"No hay reloj, no puede haberlo en la labor de los cuidados paliativos". Así apostillaba Jesús Viguria las alabanzas que la consejera de Salud, María Kutz, le dirigió ayer en la entrega del II Premio Doctor Sánchez Nicolay a las buenas prácticas médicas.
La titular del departamento había descrito minutos antes al homenajeado, precursor de los cuidados paliativos en Navarra y el Estado, como "un doctor sin reloj, enfrascado en su trabajo, convencido de que escuchar las historias de sus pacientes era una forma importante de ayudar". Viguria, ya jubilado, vio ayer reunidos a compañeros y familiares en el acto con el que el Colegio de Médicos reconoció su trayectoria profesional en el Hospital San Juan de Dios como neumólogo, hasta 1991, y como responsable de la Unidad de Cuidados Paliativos, a partir de 1992. "Hoy sabemos gracias al desarrollo de la especialidad médica que se puede llegar y afrontar el final de la vida sin sufrimiento y con dignidad, en el respeto a las decisiones expresadas por el propio paciente. Hoy podemos decir que la medicina paliativa es una especialidad ampliamente conocida y reconocida y en buena parte eso es mérito del doctor Viguria", subrayó Kutz, sobre un profesional que a sus 67 años ha ayudado a morir a más de 5.000 personas. precursor Licenciado en Medicina por la Universidad de Navarra, especializado en Neurología por la Universidad de Zaragoza, al finalizar sus estudios y durante un año, Viguria fue profesor auxiliar de la Cátedra de Fisiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra. El hito decisivo en su carrera se produjo en 1991, al aceptar dirigir el Servicio de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios, unidad que comenzó a funcionar con 19 camas en 1992, cuando solo existían cuatro similares en el Estado, y de la que fue responsable hasta su jubilación. En ese periodo han sido tratados en la unidad 5.300 pacientes, el 99% oncológicos, aunque el perfil es ahora más amplio y comprende otras enfermedades.
"No resulta cómodo en una sociedad como la nuestra hablar de muerte. No aceptamos este momento con la naturalidad que lo hicieron generaciones anteriores. Quizás éste es un asunto que entre todos tenemos que desmitificar: dar calidad asistencial y acompañamiento va a ayudar a estos enfermos. El miedo habita más en la soledad y la angustia ante el dolor que en el propio hecho de morir", reflexionó Kutz. "Proporcionar la seguridad a ese paciente de que el equipo médico estará con él y con su familia en todo momento y que siempre le ayudará resulta imprescindible. A esta misión tan noble ha dedicado su vida el doctor Jesús Viguria", destacó la consejera.
"No lo esperaba, no lo merezco y estoy agradecido y encantado", comentó el homenajeado, con un hilo de voz, pues una dolencia respiratoria le impidió intervenir públicamente en el acto aunque atendió a los periodistas durante unos minutos. Viguria se felicitó por la progesiva extensión de los cuidados paliativos. "Yo fui pionero junto a otros. Éramos cuatro. Ahora, es una maravilla ver la extensión de unidades, de equipos de Primaria y de hospitales...". "Hay que ayudar. Siempre se puede ayudar a que no haya dolor, angustia, síntomas, a que el enfermo pueda dormir, a que su familia esté tranquila.. es proporcionar calidad donde no hay calidad, bienestar donde no hay bienestar, sueño donde no hay sueño, y paz", resumió sobre su trabajo el doctor.
morir en casa Según su experiencia, para enfermos y familiares afrontar el traslado o los cuidados de los servicios de paliativos resulta muy duro: "Algunos no quieren ir por la alta mortalidad, por el estigma que tienen las unidades de cuidados paliativos, pero una vez que vienen no se quieren marchar". Viguria, que entre sus méritos cuenta también con haber impulsado los cuidados paliativos en los hogares, explicó que no todos los casos son susceptibles de acudir a esta fórmula. "Morir en casa depende de las personas, pero hay que tener en cuenta que el domicilio, para que pueda soportar un enfermo en terminalidad, debe estar, al igual que familia, preparado. Una señora mayor no puede cuidar a su marido, que se está muriendo de un cáncer diseminado, lavarlo, hacerle la cama, asearlo, intentar que coma... ¿Y ella dónde cae y si cae? Hay situaciones en las que es imposible mantener al enfermo en su domicilio y otras en que sí. Cada caso hay que individualizarlo".
El homenajeado destacó que si bien la unidad de San Juan de Dios es el centro de referencia en Navarra, "también funcionan muy bien los hospitales de la red pública. Hacen muy bien los paliativos en Oncología, en Virgen del Camino, en el hospital de Tudela. Fuimos los únicos, pero ya no".
Tras 39 años de trayectoria, Viguria admitió que un trabajo tan en contacto con la muerte afecta psicológicamente. "Pasa factura, ahora no pero hay momentos en que lo he pasado muy mal", explicó Viguria, a quien la gerontóloga Juana María Caballín glosó con estas palabras: "Como médico siempre has demostrado que tratando con conocimientos científicos síntomas y enfermedades también se puede y se debe descubrir y aliviar el sufrimiento de las personas y acompañarlas con respeto y amabilidad en situaciones a veces muy complicadas. Este mezcla de conocimiento y actitudes se llama humanidad".
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