jueves, 3 de marzo de 2011

"El contacto con la muerte te cambia la perspectiva de la vida"

www.lavoz.com.ar    28/02/11
Mercedes es ama de casa y reconoce que por elección propia se dedicó a cuidar y criar a sus 12 hijos. Asegura que el bien genera bien y que la actitud de servicio es algo que se contagia. No es fácil lo que hace: acompaña a personas sin recursos económicos que tienen enfermedades terminales.



Su primer registro de trabajo solidario fue cuando, junto a su esposo y sus hijos, ayudaron a una familia de Buenos Aires. “La pareja tenía un niño con síndrome de down y la señora estaba embarazada de otro que ya se sabía no venía bien. La idea era buscarlos y llevarlos al hospital para que la atendieran. Pero al final, con mi esposo decidimos comprometernos un poco más. Estuvieron seis meses alojados en nuestra casa y mis hijos cedieron sus habitaciones y nos adaptamos durante este tiempo”, relata Mercedes.

Pero ella comenzó a sentir que tenía que hacer algo más. Fue entonces cuando en 2001 le propusieron participar del proyecto Casa de la Bondad de la organización no gubernamental Manos Abiertas. “Mi voluntariado consiste en tratar con la persona enferma, vengo una vez a la semana de 8 a dos y media de la tarde. A los que pueden, los ayudo a tomar el desayuno, los llevo al living y los acompaño hablando o en silencio. Hay que estar atentos para ver qué necesidad tienen ellos. A veces tienen ganas de conversar y otras, de estar en silencio. Cuando llega la hora del almuerzo, a algunos los ayudamos a alimentarse pero a los que ya no pueden hacerlo, simplemente los acompañamos”, relata.

Mercedes también agrega que para ella vale la pena “gastar la vida” con alegría y responsabilidad haciendo trabajo solidario. “Para mí siempre fue importante cuidar la vida, había cuidado a prematuros, pero luego también sentí que tenía que acompañar a los enfermos terminales que mueren en la soledad, el abandono y en la suciedad. Me gratifica saber que puedo ayudar a que mueran con dignidad y en paz”, reconoce.

Para ella, hacer voluntariado es un privilegio. “Haber acompañado, tocándole la mano a algunos enfermos antes de su partida es algo importante para mí. Ellos tienen la última oportunidad de sentirse importantes, antes de partir. Estar en contacto con la muerte te hace cambiar la perspectiva de la vida”, advierte.

En su experiencia, la muerte pasó de ser algo oscuro a hacer algo enigmático. “Un paso trascendental que hacemos todos antes de partir, donde nos enfrentamos al misterio de la existencia y en el cual veo cómo las personas después de morirse se relajan, su rostro cambia y se van en paz. Es muy importante ser cariñoso con ellos, que sientan que valen que son importantes para alguien. El premio es servir en sí mismo”, dice convencida.

Dar sin esperar nada . Para muchos, la soledad se siente más de noche que de día y en el caso de los enfermos terminales el vacío es mayor. “Cuidando a los enfermos de noche me di cuenta que necesitan más afecto, porque se sienten más solos y desprotegidos. Una vez había un señor que venía de la calle, estaba acostado y me dijo que nunca en la vida nadie lo había cuidado como en este lugar, salvo su madre cuando era chico, pero fue por poco tiempo, porque se fue. Luego me preguntó si podía lavarle los pies, que era la parte de su cuerpo que tenía más afectada. De pronto pensé qué hubiera hecho la Madre Teresa de Calcuta. Lo hice y luego sentí que era algo sagrado”, confiesa.

Mercedes también recuerda que otra persona enferma le dijo que para ella la palabra mágica era dar y que estaba viendo que en este lugar, se daba sin interés y sin esperar nada a cambio.

“Si uno viene buscando el retorno, acá te vas enseguida, pero si uno viene desde la entrega hasta que duela, en el sentido de no dar lo que a uno le sobra, sino dar lo que uno tiene, entonces el voluntariado sí funciona”, finaliza.

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